Con casi el 70 % del electorado rechazando su propuesta política en las últimas PASO, el oficialismo salió a denostar los proyectos presentados por los espacios ganadores. “Si gana la derecha se viene el apocalipsis”, “la patria está en peligro”, “las calles se cubrirán de sangre y muertos”, “es Massa o la nada”, “la derecha viene por nuestros derechos”… y otras barbaridades por el estilo. Esto descubre la desesperación del justicialismo, ante la catástrofe electoral que se le avecina y que marcaría un fin de ciclo hegemónico y desastroso, de los 40 años de democracia recuperada que tenemos. Ante esta desmesurada reacción, es oportuno recordar que en los ’90 el ex presidente Menem llegó al poder prometiendo un salariazo y la revolución productiva, entre otras cosas, y después aplicó un impiadoso programa económico de neto corte neoliberal, muchísimo más drástico que el anunciado por los actuales candidatos. Por el mismo, entre otras muchas medidas, las principales empresas de servicios públicas fueron privatizadas, dejando miles de trabajadores en la calle. Todavía retumba en nuestra memoria la lapidaria frase: “ramal que para, ramal que cierra”, en referencia a la resistencia trabajadora en ferrocarriles argentinos. Y los ramales pararon… ¡Y fueron cerrados! Y fruto también de esta resistencia obrera nació en Neuquén el movimiento piquetero, ante la drástica privatización de YPF. Y ninguna voz justicialista, con el matrimonio Kirchner en primera fila, cuestionó absolutamente nada. No llegó el fin del mundo, ni los muertos sembraron las calles, ni ningún dirigente en ese momento (muchos que aún ahora están en el poder) derramó una lágrima, ante la trágica realidad de la clase trabajadora. La única diferencia es que ahora los candidatos opositores exponen sus intenciones, a diferencia de Menem que se justificó diciendo: “si decía lo que iba a hacer no me iban a votar”. Cabe, entonces, la inevitable conclusión sobre el oficialismo gobernante: si las medidas las toman otros son apocalípticas e inviables… ¡Pero si las hacen ellos son incuestionables! Concluyendo: su estrepitoso y rotundo fracaso político debería llamarlos a silencio, para que todos los argentinos podamos elegir, en paz y sin ninguna presión, la mejor opción que nos saque de su nefasto legado.
Ricardo A. Rearte
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